Loserville en Buenos Aires: cuando el nu metal volvió a ser fiesta
Buenos Aires atraviesa una sobreoferta obscena de shows internacionales y festivales. Carteleras cargadas, precios que duelen y un público al que siempre se lo nombra como “el mejor del mundo”, pero al que cada vez le cuesta más llegar a fin de mes… y al campo delantero. En ese contexto, el Loserville aterrizó este martes en Parque Sarmiento como una rareza: un festival con ADN nu metal, sin vueltas ni solemnidad, encabezado por los más gamberros del género, Limp Bizkit.
El clima acompañó como pocas veces: sol pleno, 25 grados y un público que empezó a llegar temprano para un martes laboral. A las 17 ya había movimiento real para recibir al primer acto internacional, Slay Squad, una propuesta de ghetto-metal que apostó más al impacto sonoro que a las ideas. Mucho ruido, poca nuez, pero cumplieron con calentar el terreno.
El nivel cayó abruptamente con Riff Raff, probablemente el momento más innecesario y embolante de toda la jornada. Poco para rescatar, mucho tiempo perdido.
El festival volvió a enderezarse con Ecca Vandal, una de las grandes sorpresas del día. La sudafricana y su trío desplegaron una propuesta ecléctica, coherente y feroz. Hip hop, punk rock, electrónica cruda y actitud noventosa bien entendida. No hay pose: hay foco, músculo y una banda que sabe ir a todos los extremos sin desarmarse. Aire fresco en una grilla cargada de nostalgia.
Los históricos 311 hicieron su esperado —y tardísimo— debut argentino. Y acá hay que decirlo sin anestesia: para los fans fue una mezcla de alegría y frustración. Apenas 45 minutos de set para una banda con más de tres décadas de carrera es poco, muy poco. El larguísimo e innecesario medley percusivo en Applied Science se comió tiempo valioso que podría haberse usado para algún clásico más. Dicho eso, el show fue sólido, emotivo y bien ejecutado. Las armonías vocales, el cruce entre rap rock, reggae, psicodelia y groove siguen siendo marca registrada. Tim Mahoney —aunque algo bajo en la mezcla— sigue tocando con clase y personalidad. Corazones explotados, aunque con sabor a poco.
Tras la baja de Yungblud, Bullet for My Valentine tomó la posta y cumplió con creces. Ejecución impecable, hits reconocibles, riffs filosos y ese cruce entre agresión metalera y estribillos coreables que los galeses manejan como pocos. Profesionales, efectivos y a la altura de un escenario grande.
Y entonces sí: Limp Bizkit.
Si el Loserville fuera un casamiento, el show de Bizkit fue el carnaval carioca. Fiesta total desde el segundo uno. El set arrancó con “Break Stuff” y el mensaje fue claro: acá no se viene a analizar nada, se viene a romper todo. El mosh se desató desde el primer tema y no aflojó en toda la noche.
El tiempo no volvió techno a la banda, pero a Fred Durst lo transformó. Lejos del personaje soberbio y algo bobo de los ‘90, apareció un frontman consciente, cercano y con oficio. Receptivo, haciendo bromas con el público, atento a lo que pasaba abajo y pidiendo que le avisaran si algo no estaba bien. Un líder absoluto. Increíble frontman toda la noche.
Antes de largar el set, hubo un sentido homenaje a Sam Rivers, histórico bajista fallecido recientemente. A partir de ahí, una catarata de clásicos:
My Way, Boiler, Show Me What You Got, Nookie, Rollin’, Hot Dog, My Generation, Take a Look Around, Behind Blue Eyes y Dad Vibes del último disco. “Break Stuff” volvió a aparecer para cerrar, completando un doblete perfecto.
Dos picos altísimos coronaron la noche: la versión de “Sabotage” de Beastie Boys junto a Ecca Vandal, y la aparición de Alan, un fan que rapeó “Full Nelson” codo a codo con Durst, con una energía que el propio Fred no tuvo ni en 1997. Momento inolvidable.
Quizás no fue tan demoledor como el show del Lollapalooza 2024. Es lógico: la muerte de Rivers todavía pesa. Aun así, con Wes Borland desplegando carácter y chicha guitarrera, DJ Lethal dominando las bandejas y una banda aceitísima, Limp Bizkit cumplió su misión sin fallar.
El recibimiento fue alucinante. Argentina volvió a demostrar que con Bizkit hay amor real. Fue una fiesta, sin cinismo ni distancia irónica. Todos los que fueron a buscar rap metal maximalista volvieron a casa con el corazón lleno… y hoy, seguramente, amanecieron sonriendo.
Así se cierra un festival. Así se honra un género. Así se vuelve a casa.
Agradecemos a Nicolas Tavella – María Nolte – Fenix Entertainment
Crónica Ayda Rojas
PH: Santiago Sacristán
Galería Completa: Limp Bizkit









