Michale Graves en Groove: una noche de punk, horror y redención
Domingo 2 de noviembre. Palermo. Noche húmeda, luces bajas y calabazas todavía colgadas del Halloween. En Groove, las puertas del infierno se abrieron de nuevo, pero esta vez con olor a cuero, maquillaje corrido y espíritu punk. Michale Graves, la voz más recordada de la era dorada de Misfits, volvió a Buenos Aires con un show que mezcló nostalgia, sangre fresca y actitud sin filtro.
Desde temprano, el público ya sabía a lo que venía: poguear, gritar y dejarlo todo. La apertura estuvo en manos de Horror Inc., que con su horror punk bien afilado puso la vara alta desde las 19:15. Luego Cobra Sarli subió la temperatura con su mezcla de punk y hard rock, y Gatos Sucios, con más de tres décadas de ruta, se encargó de cerrar la previa con el desparpajo de quienes ya lo vieron todo.
21:40. Se apagan las luces. Suena “The Abominable Dr. Phibes”. Humo, gritos, brazos en alto. Y de pronto aparece Graves, disfrazado de espantapájaros, con esa sonrisa torcida que mezcla locura y redención. Arranca “American Psycho” y se desata el infierno. El pogo se abre como un torbellino, los cuerpos chocan, los vasos vuelan. Nadie está quieto. Nadie quiere estarlo.
Entre “Speak of the Devil”, “Walk Among Us”, “From Hell They Came” y “Dig Up Her Bones”, el tipo demuestra que no necesita nostalgia: tiene fuego. Su voz suena gastada, pero más honesta que nunca. Es un grito que atraviesa el tiempo, el punk y la miseria.
Después se mete con su material solista: “The Beginning of the End”, “Lost in Space”, “1 Million Light Years From Her”. No busca gustar, busca desangrarse. En “Crimson Ghost” se tira al público y canta sostenido por una marea de brazos. En “Punk Rock Is Dead”, baja del escenario, se mezcla con la gente y sigue cantando cara a cara, con las venas marcadas, empapado. Es punk sin pose, sin guión, sin ego.
El tramo Famous Monsters es dinamita pura: “Forbidden Zone”, “Scream!”, “Saturday Night”, “Descending Angel”, “Hunting Humans”, “Pumpkin Head”, “Fiend Club”. Todo el lugar grita. Es un karaoke de muertos vivos, una fiesta decadente donde todos se saben las letras porque las tienen tatuadas en el alma.
Y cuando ya nadie esperaba más, lanza “Halloween” de la era Danzig. Una bomba. El público enloquece. No hay generación ni edad: todos están poseídos por el mismo monstruo.
El final es un delirio: “Best of Me”, el cover de Joey Ramone “What a Wonderful World”, y después la triple descarga de “Hybrid Moments”, “Helena” y “War Pigs” de Black Sabbath. Todos gritando por Ozzy, por los viejos tiempos, por lo que todavía nos mantiene vivos.
Cuando se prende la luz, Groove es una trinchera. Gente empapada, sonrisas rotas, ojos brillando. Nadie se quiere ir. Graves se fue, pero dejó el alma flotando ahí arriba, entre el humo y las luces.
Y nosotros, los que estuvimos, sabemos que esa noche no fue un recital: fue una resurrección.
Agradecemos a Noiseground
PH: Thunderph.gf









