Pentagram en Buenos Aires: un aquelarre de doom en Uniclub
La niebla densa del riff eterno cubría Uniclub el pasado martes 25 de marzo, cuando el aquelarre doom-stoner de Buenos Aires se reunió para presenciar la misa oscura de Pentagram. La noche empezó con los rituales de invocación a cargo de Wicca y Monje, dos entidades del subsuelo que encendieron el incienso sónico y nos prepararon para el descenso al abismo.
Wicca abrió el portal con una carga de doom metal macizo y ceremonioso, sus riffs pesados flotando como humo espeso en el aire. Los devotos de la distorsión se balanceaban al ritmo de su letanía, mientras el groove hipnótico se apoderaba del lugar. Luego, Monje nos llevó al borde de la desesperación con su versión más podrida del género: arrastrados, densos y con una oscuridad palpable, como si estuviéramos asistiendo a un conjuro prohibido. Uniclub era un templo de vibraciones bajas y cabezas agitándose en trance ritual.
Pero lo mejor estaba por llegar. En medio de la bruma y la expectación, apareció la leyenda: Bobby Liebling, el chamán del doom, el hombre que desafió el tiempo y la locura misma, el que se volvió meme y profeta al mismo tiempo. Apenas arrancó “Live Again”, el recinto estalló como un caldero hirviendo. Pero cuando sonó “The Ghoul”, todo se descontroló: pogo entre los más osados, cabeceos frenéticos y una ovación cuando el propio Liebling hizo referencia a su fama viral antes de soltar la condena sónica.
El aquelarre continuó con “Sign of the Wolf”, un himno que hizo rugir a las bestias del doom, mientras las vibraciones del bajo y la batería atravesaban el pecho como un mantra maldito. Entre cervezas en alto, humo sagrado flotando y miradas de complicidad, el ritual seguía su curso con joyas como “I Spoke to Death” y “Review Your Choices”, hasta llegar al clímax absoluto con “Forever My Queen” y el infalible “20 Buck Spin”.
Pentagram no solo tocó, nos transportó. Fue un viaje en el tiempo, a los oscuros años 70, a sótanos llenos de amplificadores saturados, a las raíces de un sonido que sigue influyendo a generaciones enteras. Y en Uniclub, esa noche, no había pasado ni futuro, solo el presente eterno del doom, donde cada riff se repetía como un conjuro y cada golpe de batería marcaba el latido de una secta que nunca muere.
Agradecemos a Noiseground por tenernos siempre en cuenta.
PH: Dee Dee.Eff