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28 octubre 2025

INQUISITION: el culto volvió a encender su llama en Buenos Aires

El domingo 26 de octubre, mientras la superficie del país se debatía entre votos, modelos económicos y discursos vacíos, en el subsuelo del Club Bula se gestaba otra clase de elección: la devoción al caos.
Allí, las hordas del metal más blasfemo se reunieron para presenciar el retorno de INQUISITION, el dúo más emblemático del black metal sudamericano, que regresó a la Argentina tras ocho años de silencio para presentar su nuevo rito, Veneration Of Medieval Mysticism And Cosmological Violence.

El ingreso no fue inmediato: una hora de espera separó el mundo profano del abismo que aguardaba abajo. Pero una vez abiertas las puertas, el aire cambió de densidad. Humo, oscuridad y un altar profano recibieron a los fieles: una cruz invertida, una cabeza de cerdo empalada y el eco de los instrumentos afinando.

La primera invocación de la noche estuvo a cargo de C.U.L.T.O., proyecto comandado por Depresor desde Salta, acompañado por Santi Maler, Jorge Black Graves, Lea Cabrera y Claudio Locugga Ibacache.
Vestidos para la guerra espiritual, con muñequeras de clavos, corpsepaint y actitud desafiante, abrieron las puertas del inframundo con temas como “Thanatos” y “Luna siniestra”. Su black metal crudo y ceremonial marcó el tono: no habría espacio para lo humano, solo para lo ritual.

Luego fue el turno de Nuclear Sathan, quienes mantuvieron el clima de oscuridad absoluta.
La voz de Ayalez Sathan, salida de las profundidades más putrefactas, resonó sobre una base densa, áspera y demoledora.
Su propuesta, un black metal sin concesiones, fue un látigo directo al espíritu, reforzando la atmósfera de malevolencia que ya dominaba el recinto.

Y entonces, cuando las luces se volvieron casi inexistentes, INQUISITION emergió entre el humo.
Solo Dagon y Incubus sobre el escenario —porque el verdadero poder no necesita números—.
El escenario, cuidadosamente dispuesto, mostraba dos micrófonos ubicados a los costados de la batería, permitiendo que Dagon se desplazara, gritando invocaciones y dominando a la multitud con su presencia.
Incubus, tras los parches, fue una máquina de precisión diabólica: ni un golpe fuera de lugar, ni un segundo de respiro.

El dúo abrió con dos piezas nuevas del reciente álbum “Veneration Of Medieval Mysticism And Cosmological Violence” (2024), dejando claro que la esencia sigue intacta: riffs hipnóticos, estructuras circulares y esa voz reptante que suena más a entidad que a hombre.
Luego, un viaje a través de su discografía, invocando himnos que ya pertenecen al canon del black metal:
A Hidden Ceremony of Blood and Flesh, Crown of Light and Constellations, Hymn for a Dead Star, Across the Abyss Ancient Horns Bray, Dark Mutilation Rites, Impaled by the Cryptic Horns of Baphomet, Vortex From the Celestial Flying Throne of Storms, A Magnificent Crypt of Stars, Journey to Infernukeorreka, Into the Infernal Regions of the Ancient Cult y Crush the Jewish Prophet, entre otros.

Una hora bastó para que Inquisition impusiera su sello inconfundible: black metal de culto, sin ornamentos, sin misericordia.
Un show que recordó por qué este dúo es leyenda y por qué su regreso era tan esperado.

Esa noche, el subsuelo de Bula se transformó en un templo. No hubo luces ni discursos, solo humo, oscuridad y devoción absoluta.
El verdadero black metal no se toca: se invoca.

Agradecemos a Icarus Music y a Marcela Scorca

Ph: Gonzalo Soutric

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