SABATON: El arte de la guerra en vuelo rasante sobre Flores
Varios días antes de la segunda visita de Sabaton a Buenos Aires los productores habían colgado el cartelito de “sold out”, por lo que ya se anticipaba una noche memorable en El Teatro. Habían pasado nueve años desde la primera presentación y varios discos con historias en formato de metal que tenían que ser cantadas en vivo.
A las 20 en punto cuando Lorihen copó el escenario (antes había tocado Innerforce) el lugar estaba casi al 80% de su capacidad y el público festejó cada una de las canciones del show, que repasó distintos momentos de una carrera de 30 años. La banda encabezada por Emiliano Obregón desplegó hard rock y momentos de power metal que dejaron el clima listo para el ataque de los suecos, que llegaría media hora después.

Luces fuera, la intro con The march to war, Hannes Van Dahl saludó desde la batería y abrieron fuego con Ghost Division y The last stand. El aguante se hizo notar desde el primer acorde y el cantante Joakim Brodén no lo dejó pasar y hacía caras con sus compañeros, sorprendido por la energía de la gente. El público argentino impacta al artista extranjero porque canta canciones y corea estribillos, solos, nombres y lo que le pongan por delane: más de una vez Brodén tuvo que dejar de hablar porque de la nada salía el “Ar-gen-tina-Ar-gen-tina” o el “Sabatooooon, es un sentimiento…” Lo que a veces empalaga, al músico lo eleva de tal manera que no tiene palabras para describirlo y lo deja literalmente mudo. Eso fue una constante de la noche de Flores.

El escenario limitó la puesta en escena habitual que incluye tanques, alambres de púas o un coro de soldados de distintas épocas, pero igualmente se las arreglaron para recorrerlo de punta a punta todo el tiempo, cambiando lugares, arengando y agradeciendo, siempre con una sonrisa y la mejor buena onda. Y además tienen un gran sentido del humor, como Brodén tocando con una guitarra rosa decorada con el logo de Hello Kitty: después del acting de “¿qué es esto?”, se puso a tocar Master of Puppets y, obvio, el público lo siguió de tal manera que tuvo que pasar de tocar apenas la intro a cantar a capella casi hasta el estribillo.

En total fueron 17 canciones, con un recorrido por siete discos en una hora y media. Pasaron temas rápidos (Stormtroopers), medios tiempos (Soldier of heaven y The art of war) y hasta versiones en sueco (Carolous Rex). El momento más emotivo lo protagonizó el bajista Pär Sundström cuando pidió prender las luces de los celulares para que el lugar se convierta en un árbol de navidad para tocar Christmas truce (24 de diciembre de 1914, cuando soldados alemanes e ingleses salieron de las trincheras para cantar y brindar juntos, antes de volver a sus puestos para disparar otra vez).

Llegando al final, los guitarristas Chris Rörland y Thobbe Englund se disputaron al público en mitades para ver que lado era el ganador gritando el coro de Swedish pagans, y después el cierre a puro salto con To hell and back, que puso el punto final a una noche de buen heavy metal sueco.

Estribillos pegadizos, puños en alto y coros para acompañar historias, héroes, hazañas, estrategias, batallas, momentos de paz… Y el público, exhausto y con claros signos de combate, pero con la satisfacción de la victoria, se fue dispersando lentamente por las calles de Flores.
Agradecemos a Gaby Sisti y Nwm Productions.
Fotos cortesía de Maru Debiassi
Cobertura: Mariano Martín


 
						
						
 
	 
	 
	 
	 
	 
	 
	 
	 
	










